martes, 24 de enero de 2012

Primer capítulo: Segunda parte.

Aquí tenéis la segunda parte del primer capítulo.
Perdonad la tardanza, pero he tenido algunos imprevistos, así que nada espero os guste:

Segunda parte: 
Dania.

Mientras eso sucedía en la aldea de Westrin, a una distancia considerable de la misma llegaba un barco cargado de especias, u otras mercancías, además de algunos pasajeros, a los que les había salido demasiado caro el viaje por tratarse de un mercantil y no un barco de viajeros.
Pero cuando es preciso emprender un viaje a través del mar Crogios con urgencia, se podía entregar una suma considerable y se les hacía el gran favor de llevarlos.
El hogar se añora cuando estás lejos y sin embargo deseas alejarte cuando llevas ya un tiempo de vuelta.
Al menos eso es lo que le sucede a las almas que son inquietas por naturaleza, es por ello, que el nuevo hombre que acababa de posar sus pies en la tierra que lo vio nacer, deseaba darse la vuelta para poder volver a partir.
Pero no podía, su rostro revelaba su deseo, pero también su sentido de la obligación:
--Así que este es tú hogar.
El hombre en cuestión no contestó a esa apreciación, tan solo se dispuso a dar unos pasos para acercarse un poco más a la aldea y alejarse a su vez de la tentación que el mar ejercía sobre él.

A pesar del poco deseo que pesaba en él de estar allí, no podía dejar de sentir que debía seguir, tenía una misión muy concreta, y si bien parte del trabajo ya estaba completado, eso no implicaba que estuviese acabado.
Sus investigaciones, sus meteduras de pata, su muy elaborada discreción, lo habían traído al principio de todo. Curioso y más cuando se había jurado antaño que no pisaría una vez más esas tierras, que precisamente el motivo que lo había hecho partir, lo trajese de nuevo.
Más ya estaba hecho y tenía unos pasos que seguir para que todo fuese correcto.
--¿Ahora, has decidido no hablarme?, todo el viaje te lo has pasado hablando y hablando, para llegar a tierra e ignorarme.
En el rostro del hombre se formó una sonrisa. Eran contadas las veces que este dejaba ver tal expresión en él, más solo la persona que lo acompañaba había podido disfrutarlas. Hasta que no la localizó su semblante había inspirado siempre lo mismo.
Temor.
Muy poca gente podía jactarse de conseguir algo de él, pero los que lo podían hacer, no les quedaba ninguna gana de querer recibir nada más. Antes de encontrarla, su vida, había estado sumida en la oscuridad más absoluta, las cicatrices que su cuerpo escondía, hablaban de infinidad de aventuras y peligros sufridos.
Su gran cuerpo, aunque no desmesurado, atemorizaba con su sola presencia, sus ojos grises, ocultaban un sinfín de misterios rodeados de oscuridad. Su pelo pelirrojo en cierto modo largo, se encontraba sucio y desaliñado, a pesar de llevarlo cogido en unas finas trenzas.
Sus ropas eran bastante holgadas, contaba con un pantalón creado a partir de piel de dragón, o eso le había asegurado el pillo mercader que había conocido al otro lado del mar Crogios. Su camiseta, aunque no lo pareciera debido a su suciedad, era de color blanco y de un material apreciado.
No escatimaba en gastos cuando se trataba de su bienestar, no por no cuidar su higiene, iba a descuidar los trapos que envolvían su piel.
--¿Me vas a decir al menos a donde nos dirigimos?
Sin poder ignorar más a su acompañante, el hombre se giró para mirar y declaró:
--A la aldea, no creas que podrás vestir esas ropas tan poco protectoras en estas tierras niña. Hemos llegado en uno de los pocos días en que el tiempo parece ser bondadoso con nosotros.
Su voz era un poco ronca, e incitaba a temer al dueño de la misma, pero también era cierto que al dirigirse a su compañera se notaba un matiz un poco más bondadoso. El hombre hasta que la localizó a ella, no había utilizado su voz, por ello se le había vuelto más áspera.
Lo que daría él por conservar ese rasgo suyo, más lo único bueno era, que su don no se había perdido con el pasar de los años.
--Pues vaya una gracia, te recuerdo que abandoné mi hogar con lo puesto.
--Lo sé.
--¿Y cómo se supone que haga para comprar ropa más abrigada?
No contestó, y ella tan solo suspiró, esa era la reacción que esperaba en realidad de ese hombre.
Desde que se habían conocido hacía ya dos años, él la trataba de aquella manera. Habían pasado por increíbles aventuras en el trascurso de ese tiempo, ella nunca llegó a entender el por qué él había actuado como lo había hecho, más no podía quejarse, pues sino fuese por este, ella ya no estaría en ese mundo.
Su vida ahora era de él, al menos hasta que apareciera en su vida aquel que debía aparecer. Se estremeció al pensar en ello, ella no era una romántica empedernida como las demás damas de su entorno.
Mentira, de echo ella, era exactamente igual a las demás, o eso creía, en su aldea era la de cabellos rojos de la suerte. La chica más visitada por los muchachos, incluso desde los once años. Pero eso cambió cuatro años después, cuando toda su familia apareció muerta y ella la única superviviente cubierta con la sangre de ellos sin explicación.
Ella no se había acercado a los cuerpos de ninguno de sus familiares, más tenía sangre de todos ellos, o eso sentía ella. La curandera del pueblo era la que la había encontrado en la sala de su humilde casa, todo revuelto, sus padres cada uno en su respectiva silla, con miradas cargadas de terror mirando al centro de la sala.
En el sillón cercano al fuego y como acostumbraba siempre a esas horas, su abuela, ella con una triste y enigmática sonrisa en su rostro y sus ahora blancos ojos fijos en el fuego. El zorro que habían adoptado desde que era una cría, a los pies de la anciana y por último pero no menos importante para ella, su hermana menor.
Ella se encontraba a sus pies con sus pequeñas manos aferradas a la parte baja de su hermoso vestido amarillo, regalo de su madre ese mismo día. Sus ojos cargados de lágrimas. Y ella encerrada en sí misma, su vestido, manos, zapatos, todo, manchado de sangre. En un día que debería de haber sido feliz, el día de su cumpleaños quinceavo.
La curandera salió de la casa asustada y gritando brujería. Cuando la gente caminó hasta la casa, el sol comenzaba a salir y se filtraba por las ventanas. Todos la contemplaron mudos de asombro, y ella tan solo giró su cabeza lo suficiente para enfocarlos.
No sabía que exactamente había pasado después, solo recordaba los gritos de las mujeres y la fuerza de los hombres agarrándola y atándola, seguidamente recordaba haber pronunciado un nombre; Sumiar, a pesar de que no le sonaba de nada y estaba segura de no conocer a nadie bajo ese nombre.
Los días pasaron lentamente, le informaron de que sería quemada en la hoguera, y ella no le dio importancia, aceptó el hecho de morir. Su pensamiento estaba tan solo repleto de culpabilidad aun sin saber el motivo de ello.
La noche anterior a que fuese ejecutada, su sueño se tornó de ser la pesadilla de siempre en la que se observaba a ella misma asesinando a sus seres queridos, a encontrarse en medio de un bosque, rodeada de hiervas variadas, una cascada a sus espaldas y acompañada por alguien más.
Alguien que no pudo dejar de notar que era de ella, su otra parte, su mitad, la necesaria para equilibrar. Sintió que todo estaba bien en el momento en que los labios de la otra persona y los de ella se juntaban sin remedio, más en ese preciso instante la despertaron.
El momento de su ejecución había llegado.
Cerró los ojos cuando sintió las cuerdas en sus manos y su espalda contra un tronco de madera, también deslizaron la cuerda alrededor de sus tobillos, más ella esperaba que la quemaran como a las demás personas que ella misma había visto colocar en la pira de madera, pero con ella fue diferente, la colocaron de rodillas, clavándose en las mismas los trozos de astillas que sobresalían de la madera.
Pudo ver en el rostro de algunas jóvenes las sonrisas ante su situación, pero lo que más llamo su atención al abrir los ojos. Fueron los grises del extranjero que resaltaban en la multitud.
Era más alto que el resto, y fuerte, pero lo que más le llamaba la atención era sin duda que sus ojos estaban fijos en ella. No pudo evitar formar una triste sonrisa en su rostro en forma de saludo y despedida a este. Sentía cierta empatía hacía él, como si fuese un viejo conocido, cosa que dudaba, pues ese hombre no podía contar con amigos, ni siquiera con conocidos.
No sabía el motivo que lo llevo a él a abrir los ojos alarmado y momentos después encontrarse con él robando dos caballos de la aldea y huyendo como si la vida les fuera en ello. Cosa que en verdad sucedía.
Habían pasado ya dos años de aquello y a pesar de todo nunca habían sacado a relucir aquel día. Él nunca le había preguntado que había hecho, ella nunca preguntó porque la salvó. Y eso parecía funcionarles bien.
Ella estaba tan absorta en sus pensamientos que no se percató que ya habían llegado al mercado. El cual se encontraba en medio de una plaza, que por sorprendente que le pareciera, una de las calles desembocaba al mar Crogios y al puerto, mientras que otra a unas montañas imponentes y terriblemente inquietantes, cargadas de algo blanquecino que ella no había contemplado en su vida anteriormente.
--Niña te estoy hablando.
Se giró a mirar a su acompañante, el cual le mostraba una capa increíblemente bella y que sin duda aportaría calor si de verdad hiciera ese frío que él aseguraba sentiría.
--¿Qué?
--¿Qué te parecen estas ropas?
Ella hizo un encogimiento de hombros, y lo sintió gruñir con frustración, la dependienta no dudo un momento en agasajar su belleza y aclararle que semejante prenda la haría ver como una diosa.
Ella tan solo hizo una inclinación de cabeza ante su comentario halagador y la anciana lo interpretó como que podía seguir. Le quitó la prenda al hombre de las manos y se acercó a ella.
Como le sucedía desde la vez que la agarraron entre varios, ella se dispuso a alejarse con el miedo reflejado en sus ojos. La mujer no pareció percatarse de ese detalle, más su acompañante que había aprendido aparentemente a interpretar sus expresiones, colocó una mano en el hombro de la mujer para detenerla.
--¿Qué cree que está haci….- pero la mujer no terminó su frase, el miedo envolvió sus ojos. El hombre la contempló extrañado y estaba por preguntar algo cuando la mujer comenzó a negar y levantó su mano señalando al cielo.
El grito aterrador que salió de sus labios hizo que todos los miraran en el mercado, más cuando esta recuperó el habla gritó histéricamente:
--DRAGÓN, DRAGÓN….- Todos a una miraron al cielo terriblemente asustados. Menos dos personas que se miraban una a la otra, era la sexta aldea que recorrían y una vez más algo los amenazaba.
El hombre puso una expresión terrorífica, y llevó una de sus manos hacía la espada que portaba a la espalda, la chica por su parte estaba bastante sorprendida, no se hubiese imaginado que él estaría dispuesto a enfrentarse a un dragón.
Las descripciones de los dragones que ella había escuchado hasta ese preciso momento eran de todo menos lo que ella se encontró.
Todos a su alrededor corrían despavoridos tirando todos los puestos y regando la plaza de toda clase de alimentos, ropas, adornos, telas etc. Su compañero de viaje se colocó en el centro de la plaza cuando esta se quedó completamente desierta, exceptuando por la presencia de ambos.
Por su parte la muchacha se quedó en el lugar donde se encontraba, contemplando terriblemente fascinada a tan hermosa criatura, que se acercaba a ellos. Esta ni siquiera había gruñido como según las historias avisaban de su llegada, tampoco había comenzado a escupir fuego a las casas y árboles. No había planeado hasta donde más gente había para con sus patas, (que resultaban ser más pequeñas de lo que las describían los bardos), apresar a las jóvenes o a los niños y devorarlos en el aire.
De echo, era un dragón de un color rojo fuego, poco a poco se acercaba a donde ellos dos se encontraban, el batir de sus alas, hizo silbar al viento alrededor de ellos, a las par que aumentaba y sus cabellos comenzaron a querer bailar con el ritmo del mismo.
La criatura, lentamente fue descendiendo hasta posar sus patas traseras en la tierra de la plaza. Esta miró a su acompañante y a la espada del mismo. Ella contempló como él se colocaba de frente a la criatura y tras una respiración pausada por su parte inclinó un poco la cabeza ante el dragón.
Por sorprendente que a ella le pareciera cerró sus ojos, como aprobando tal gesto de este. Ella no pudo evitar soltar una exclamación de sorpresa ante tal comportamiento por parte de ambos, lo que desembocó en que ahora la criatura la mirada a ella.
Rubí y violeta se encontraron en el camino y ella se quedó sin respiración y abrió sus propios ojos sorprendida al ver a esta caminar hacia ella. Para su sorpresa se detuvo ante ella, ambos se miraron sin hacer ningún gesto.
--Di su nombre verdadero.
Ella ni siquiera se atrevió a mirarlo para demostrar, que no sabía de qué le estaba hablando.
--Di su nombre maldita niña. No es momento de jugar. -- Ella comenzó a negar y el dragón, dejó salir humo por los orificios, de lo que ella supuso, era su nariz. --¿Quieres decirlo de una vez?
--No sé de que me hablas.
El miedo en su voz debió ser evidente, porque su acompañante de viaje se acercó a ella y colocó una de sus manos en su hombro.
--Serniar.
Algo, pareció cambiar en el ambiente ante esa simple palabra susurrada. Su acompañante, bastante sorprendido se giró al darse cuenta de que esa voz había venido de sus espaldas. Ella iba a seguir ese mismo ejemplo, cuando el dragón tan solo enfocó un momento a quien hubiese dicho esa frase y la volvió a mirar a ella para seguidamente tumbarse casi por completo.
Como una reverencia demasiado exagerada.
--No es posible. Si no has dicho su nombre, ¿qué demonios está pasando aquí? – rápidamente y sumamente confundido, su acompañante, soltó su hombro, dejándola sin saber que hacer y echó a caminar.
Segundos después regresó hasta ella con alguien más gimiendo a su lado:
--Habla indeseable, ¿cómo lo sabías?
--Él me lo dijo, yo solo hice lo que él me dijo.
Ninguno entendía nada, ella se atrevió a mirar a quien hablaba y se encontró con un hombre que aparentaba ser bastante mayor, de complexión débil, demasiado delgado, casi en los huesos. Sus ropas le estaban algo grandes y eran sin duda abrigadas, contaba con poco pelo y de color blanquecino.
--¿Quién? -Preguntó su acompañante casi perdiendo la paciencia. El hombre, temblaba sumamente acongojado y no respondió:
--Quizás, si lo sueltas Silver, él hable un poco.
Este gruñó y así lo hizo, más el hombre estaba tan sumamente asustado que cayó al suelo sin dejar de temblar. El dragón por su parte lo miró y ella no muy segura, creyó sentir que la criatura parecía reírse de él.
--¿A qué se refería?
Pregunto ella ahora dirigiéndose hacía el hombre, este la miró unos segundos y asintiendo declaró:
--Fue un joven de Westrin, el mismo día que me marchaba de allí para ver si me encontraba con mejor suerte, este me estaba esperando a las afueras de la ciudad, me miraba serio.
Fue demasiado raro, no lo conocía de nada así que pasé de él sin más, si  embargo, él me reclamó, me llamó y sin saber por qué, me giré a mirarle.
Él, fijó sus ojos de un color azul extraño en los míos y me dijo que me olvidara de contar con mejor suerte. Más que eso podría cambiar si cuando me topase con un dragón rojo fuego yo gritaba esa palabra y salvaba a quien se encontrase en peligro.
El hombre calló y no dijo más, pero tampoco apartó la mirada de ella:
--¿Qué significa todo esto?
--BRUJERIA. BRUJOS MALDITOS, HAN LLEGADO A NUESTRAS TIERRAS, Y HAN DESPERTADO A LAS CRIATURAS DEL FUEGO.
El hombre, intentó alejarse lo más rápido posible de ellos, aunque no le sirvió de nada, la gente del pueblo se fue reuniendo alrededor de ellos, pero antes de poder hacer algo contra el hermoso dragón; este gruñó, la miró a ella directamente y sin más levantó el vuelo alejándose del lugar.
El miedo la embargó cuando las voces comenzaron a acusarlos y gente a su espalda le daba con palos. El hombre al que acababan de conocer, fue cogido como con asco y lanzado contra ellos.
Silver, lo cogió mientras maldecía, ajustó bien su espada en su mano y declaró:
--Dania, no te separes de mí.
La muchacha asintió ante las palabras de Silver, y se acercó a él.
--A LA HOGUERA.
Escuchó que alguien gritaba, y Dania, no pudo evitar gritar un No cargado de desesperación y terror.
La gente del pueblo no tardó en conseguir apresarlos, el que más les costó fue Silver, pero cuando uno de los aldeanos junto con uno de sus compañeros cogieron a Dania por el pelo, colocándola de rodillas y a el desconocido igual, a la par que colocaban un cuchillo en el cuello de ambos, este no pudo más que rendirse maldiciendo a todos a su alrededor.
Lo último que Dania escuchó, antes de caer desmayada por un golpe en la nuca, era al desconocido murmurar:
--¿Y se supone que mi suerte iba a cambiar?, Por supuesto que sí, para peor.
 Hasta aquí el capítulo uno, lo dividí en dos partes, para subirlo, lo haré así la mayor parte del tiempo. Nos vemos en la siguiente entrada.
Gracias a los que os habéis animado a seguir el blog, espero lo disfrutéis.

1 comentario:

  1. Veo que tienes una historia, me pasare a leerla en cuanto a mis maestros se les venga la idea de ya no encargarme tarea. Suena interesante :D
    Saludos!

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