martes, 24 de enero de 2012

Primer capítulo: Segunda parte.

Aquí tenéis la segunda parte del primer capítulo.
Perdonad la tardanza, pero he tenido algunos imprevistos, así que nada espero os guste:

Segunda parte: 
Dania.

Mientras eso sucedía en la aldea de Westrin, a una distancia considerable de la misma llegaba un barco cargado de especias, u otras mercancías, además de algunos pasajeros, a los que les había salido demasiado caro el viaje por tratarse de un mercantil y no un barco de viajeros.
Pero cuando es preciso emprender un viaje a través del mar Crogios con urgencia, se podía entregar una suma considerable y se les hacía el gran favor de llevarlos.
El hogar se añora cuando estás lejos y sin embargo deseas alejarte cuando llevas ya un tiempo de vuelta.
Al menos eso es lo que le sucede a las almas que son inquietas por naturaleza, es por ello, que el nuevo hombre que acababa de posar sus pies en la tierra que lo vio nacer, deseaba darse la vuelta para poder volver a partir.
Pero no podía, su rostro revelaba su deseo, pero también su sentido de la obligación:
--Así que este es tú hogar.
El hombre en cuestión no contestó a esa apreciación, tan solo se dispuso a dar unos pasos para acercarse un poco más a la aldea y alejarse a su vez de la tentación que el mar ejercía sobre él.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Capítulo 1: Primera parte.



Los hijos del curandero.

Como en todo hay gente que nace con estrella y otra estrellada, no obstante, es curioso que dos personas, habiendo nacido ambas, en el mismo lugar, bajo el mismo cielo, de la misma madre, y con tan solo unos instantes de diferencia cuenten con una suerte tan contraria.
Ambos hijos de un hombre que era el séptimo hijo, de un séptimo hijo, al igual que su madre, hija de un séptimo, hijo de una séptima hija. Y ellos para no quedar en discordia eran los séptimos hijos de esta pareja.
Más la pareja y sus respectivos hijos vivían separados de la gran ciudad de Mertiar, y de todo lo que involucraba a las leyendas más antiguas. Presos de la ignorancia de lo que podía significar tal acontecimiento, no sospecharon ni por asomo que sus hijos resultasen ser especiales.
Por ello cuando estos vinieron al mundo, un miedo sobrecogedor los asaltó a ambos al contemplar, por primera vez, el color de ojos que sus hijos tenían. A causa de la ignorancia no sabían identificar que el azul de los ojos de estos indicaba algo especial.
Tendrían que pasar algunos años para que fueran conscientes de ello.
Pero hasta que ese momento llegase vivirían rodeados de las dudas y el temor a que significase algo terrible, por lo que ser condenados. Sin embargo, era la única cualidad por la que se les podía diferenciar a uno del otro, pues aunque ambos contaban con el azul en sus ojos, este era terriblemente diferente.
Mientras uno era un azul-aturquesado, en cierto modo cálido, el otro era un azul eléctrico que brindaba más a la frialdad. Areth y Mojiar, dos hermanos casi iguales en todo, contaban con una gran diferencia entre ellos.
Areth cargado de inteligencia pero también de torpeza, siempre se encontraba castigado y cubierto por regañinas de las más fuertes, a la par que Mojiar equipado con su sonrisa traviesa, se libraba siempre de ser descubierto en sus intrigantes travesuras.
Una nueva mañana se presentaba en la aldea de Westrin, una mañana que aparentaba ser como el resto de las mañanas del lugar.
Más, aunque la mañana fuera mucho más de lo mismo, el día no culminaría igual. Westrin estaba por experimentar una vez más lo que era llevarse una sorpresa. Esta aldea sin duda en un futuro sería recordada como la aldea de la perdición.
De entre sus entrañas habían nacido ya varios que daban de qué hablar, más solo dos de ellos serían los que marcarían la diferencia con mucho. Ya desde su nacimiento fueron señalados por el color de ojos tan extraño que portaban, pues a pesar de sus dimensiones, la aldea de Westrin no era en sí una de las grandes, y podría decirse que por ello no contaba con una escuela a donde enviar a los pequeños a desarrollar su intelecto, por no decir que los mayores es que ni se les pasaba el poder llevarlos o mandarlos.
La enseñanza era un bien que solo muy pocos tenían derecho a él, entendiéndose con ello que solo los que contaban con el dinero, o vienes necesarios podían recibirla.
O si contabas con la suerte de agradar a alguien que quisiera echarte una mano, que no pagarte los estudios, (pues era algo sumamente caro), en una de las pocas estancias dedicadas a ello.
Y si conseguías sobrepasar los estudios primeros, solo un lugar en todo la tierra de Mertiar se impartía lo necesario para los adultos. La gran y única Universidad de Mertiar, solo los más selectos entraban en ella.
En Westrin se habían escuchado historias tan sorprendentes como que el hijo de un campesino había conseguido entrar en la misma, y sin embargo, la princesa, había sido terriblemente rechazada.
No se sabía que era lo que se requería en la prueba de acceso, pues nadie, absolutamente nadie, había sido capaz de poder responder a esa pregunta. Por lo que era uno de los tantos misterios que envolvían a la tierra de Mertiar.
Más aún no ha llegado el momento de que ninguno de los leyentes se centre en tan magnifica y llena de posibilidades Universidad de Mertiar, por lo que la dejaremos de lado por ahora y regresaremos a nuestros dos chicos.

sábado, 24 de diciembre de 2011

FELICES FIESTAS:


Esta es mi felicitación para todos vosotros. Que las fiestas estén cargadas de felicidad.
Mucha suerte para todos.
CON CARIÑO; UN FUERTE BESO Y UN ABRAZO.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Prologo:

Prologo:
En la posada de Westrin. En la mesa más cercana a la escalera que daba a las habitaciones.
Es decir en el lugar habitual; como de costumbre, se encontraba una vez más el cuentacuentos del pueblo. Sentado en su rincón apartado, acompañado de nuevo por la multitud de niños que escuchaban sus historias.
En su mano, una pipa de la que salía humo, dando la idea inequívoca de que estaba fumando.
--¿Y cuál será la que tocará hoy?
El alboroto de los niños, con sus respectivas peticiones no se hizo esperar. Cada niño aportó su opinión o deseo. Más ninguno parecía llegar a un acuerdo en concreto. Eso le ocasionó una sonrisa en su rostro, sin poder dejar de notar, que las peticiones rondaban las historias habituales.
Todas las que los niños solicitaban, estaban cargadas de grandes hombres, que habían hecho hazañas increíblemente imposibles. Más, sin embargo, los labios de otros las habían embellecido a tal grado y de tal manera, que parecían hermosas y entrañables. No obstante, no lo eran. Nunca lo eran.
Según los bardos, los héroes pasaban penurias, se enfrentaban a grandes retos y siempre conquistaban su objetivo. ¿Y qué había de aquellos que no lo lograban?, muy fácil, se borraban del registro mental de los bardos.
No importaba si habías conseguido varias cosas en tu vida, pues una mala, podía empañarlas todas con suma facilidad. Sin embargo, había ciertas excepciones. Aquellos que realmente sí merecía recordar, tan solo para prevenir que nunca más sucediera lo que estos habían hecho.
 Pero no era su trabajo cuestionar el de otros, y mucho menos cuando era gracias a ese mismo embellecimiento, que tanto agradaban sus historias a los niños. Y por lo que indiscutiblemente, él podía llevarse algo a la boca.
Nunca se le había dado bien crear bellas historias. No le gustaba la mentira y mucho menos el dedicarse a embellecer, lo que en realidad era imposible. Y era precisamente por esto, que él se dedicaba a contar lo que otros le contaban, después de todo, su memoria, era casi prodigiosa.
Solo necesitaba escuchar una historia, una vez, para poder repetirla una y mil veces tal y como la había escuchado en la primera ocasión. Sin el menor rastro de fallo.
Ante el alboroto de los niños, una voz se hizo escuchar más que las del resto. Una que lo llamo como si nada más existiera en el lugar, que lo atraía a aceptar esa proposición como si hubiese sido la única formulada en el lugar. Y a pesar de que eso ya era extraño, más resultaba ser, lo que esta solicitaba:
--La de Herrian.
--¿Herrian el maldito?
Esa voz muy parecida a la anterior, pero sin la misma fuerza de atracción y quizás por ello más peligrosa, se hizo escuchar tras la anterior.